Martín Pou. Fundador de ASPRONAGA.

Vanessa Giao - Formación - Comunicación

- Ustedes tienen una hija tonta -dijo el pediatra.

Idiota. Mongólica. Tarada. Subnormal. Minusválida. Deficiente. Anormal. Incapaz. Dependiente Psíquica… Un sinfín de denominaciones para alguien cuyo nombre solo era María Jesús (cariñosamente, Chus).

Ese fue el momento catalizador del principio de ASPRONAGA, la lucha de unos padres que se negaban a ocultar a su HIJA y a encerrarla como si de una bestia se tratara. Sí señores, hubo una época, no muy alejada de hoy, en la cual se escondían a personas como Chus. Por vergüenza, por desinformación. 

 

 

Martín Pou: fundador de ASPRONAGA.

Martín Pou, padre de Chus y fundador de ASPRONAGA, compartía con nosotros esta mañana un desayuno en el cual nos contaba una historia repleta de amor y también de espinas, desde el corazón, desde las entrañas. Pues el principio de ASPRONAGA no es otro que la historia de una FAMILIA unida y con unos valores muy marcados, que luchó por los derechos de Chus y de personas que sufrieron el mismo rechazo, y eso unos padres no lo podían permitir.

Chus acababa de nacer y todavía faltaría un año, para que Jérôme Lejeune, en 1958, diagnosticara lo que actualmente conocemos como “Síndrome de Down”, al detectar una alteración del cromosoma 21. Es por ese motivo que, hasta ese momento, se les conocía como “mongólicos”, por semejanza, en sus ojos achinados, a este grupo poblacional asiático.

En aquella época se pensaba que era algo hereditario, y los médicos informaron a Martín y a Lucrecia (Chicha cariñosamente) que no tuviesen más hijos. “Chicha y yo no les hicimos caso, claro”, nos cuenta divertido y cariñoso. Carcajadas. Tuvieron 9 hijos en total, Chus era la quinta de ellos.

El alivio residía, no en intentar curar a Chus, no estaba enferma, sino en su ACEPTACIÓN.

“Chicha lloraba todas las noches, TODAS”. Porque Martín Pou trabajaba fuera de casa, en la delegación de Hacienda de A Coruña y en distintas asociaciones, y Chicha se encargaba de la educación y cuidado diario de sus hijos. Chicha vivía y sufría, todos y cada uno de los días, el desprecio con el que insultaban o menospreciaban a Chus por ser “mongólica”, convirtiéndolo en insulto.

Martín cuenta cómo sufrieron desprecios a diario y la falta de ayuda política, médica y social, pues se consideraba una pérdida de tiempo y de dinero. ¡Como si los derechos de estos chic@s fuese cuantificable!

El Gobernador Civil, al cual asesoraba semanalmente en materia económica por expresa petición del mismo, consideraba que las personas con minusvalía psíquica debían permanecer encerradas en un lugar como el Castillo de San Antón que, para quienes lo desconocen, fue una antigua cárcel militar durante la guerra, así que rechazó su petición de ayuda cuando Martín solicitó un local en el cual poder desarrollar la ayuda a personas como Chus.

Afortunadamente no se rindió. ¡Ojalá el mundo contase con más valientes y cabezotas como Martín Pou!

Decidió publicar un anuncio en el “Ideal Gallego” en el cual exponía lo siguiente: «Aviso importante: a todos los padres y familiares que lo sean de un niño o niña anormal (mongólico) se les invita a una reunión para tratar asuntos de mucha importancia para este colectivo. Esta reunión tendrá lugar, D. m., el próximo día 12 martes a las 19 horas en el local social de Cáritas Territorial, sito en la calle Teresa Herrera número 12 de esta capital. La Coruña, 9 de marzo de 1962. Martín Pou Díaz».

Con un aforo para unas 60-70 personas, se presentaron 140, de las cuales se registraron en un listado para unir fuerzas 60 de ellas. Finalmente, ese listado se redujo a 22 personas, pues el resto quería evitar hacer pública la situación. De nuevo la vergüenza, la desinformación.

Posteriormente, solicitó a la Caja de Ahorros de A Coruña la cantidad de 2.500.000 pesetas para poder comprar un chalet y crear un Colegio que permitiese la adaptación a la sociedad de personas con discapacidad intelectual. La vida le hizo coincidir en ese momento con el Director General de la Caja, padre de un niño con Síndrome de Down, dispuesto a lo que fuese por la causa.

Se firmaron los Estatutos y en 1962 ASPRONAGA (Asociación de Pro-Personas con Discapacidad Intelectual de Galicia) arranca con 50 niños con edades comprendidas entre 5 y 15 años.

“Las personas no valemos nada individualmente” afirma con modestia Martín Pou restando importancia a su papel en la fundación de ASPRONAGA. Y añade: “Chus ha hecho que todos nosotros seamos mejores personas”.

Javier, uno de los hermanos de Chus que nos acompañan hoy en el desayuno, me confiesa, con los ojos brillantes, repletos de amor, cómo de pequeño se peleaba igualmente (a veces jeje) con su hermana, ¡pues como con el resto de sus hermanos! Porque era una familia que, una vez aceptada la realidad, trataba con total naturalidad a Chus.

Martín Pou: la persona.

A Martín Pou no le gusta que le traten de usted, pues tiene los 91 años más joviales que conozco. Se presenta más que puntual con dos de sus hijos al desayuno, con una enorme sonrisa y los ojos llenos de historia. Su mirada nos abandona por momentos para dar forma a vivencias hermosas pero también duras. Muy duras. 

Es un hombre muy alegre, vivaz, modesto, encantador, inteligente. De esos que hablan con el corazón, con cariño y mucho carácter también, del bueno. Siempre con una sonrisa por delante. Muy respetuoso y educado también. Cercanoculto. Y tenaz, muy tenaz, capaz de enfrentarse a lo que sea y con quien sea con tal de que se reconozcan los derechos de personas como Chus. 

Actualmente cuenta con 52 descendientes. ¡52! Pero… ¡¿es posible que recuerde todos los nombres?!

Nada ni nadie podía interrumpir su historia. Ha tenido que tomar atajos para contárnosla, pues una hora no es suficiente para resumir tantas décadas de trabajo y entrega. Nos ha emocionado de tal forma que los aplausos han interrumpido nuestras sillas empujadas por nuestra necesidad de levantarnos, de enardecer nuestro sentimiento compartido.

Si lo pensamos bien, las minusvalías son invenciones del ser humano, las creamos los adultos. Si eliminamos esas barreras, ¿no somos todos y cada uno de nosotros distintos y especiales? ¿Por qué, para qué marginar? Algo que hoy en día parece muy evidente no lo era hasta hace muy pocos años. Es por ello que Martín Pou, con el apoyo de su mujer Chicha e hijos, no paró hasta conseguir crear una asociación en la que pudiesen “adaptar nuestros niños a la sociedad” -dice Martín, finalidad de ASPRONAGA.

Martín Pou. Serás reconocido por tu enorme labor profesional y también por haber contribuido socialmente en todo cuanto has podido. Pero no nos engañemos, en lo que has hecho verdadera carrera de fondo es, como enorme PERSONA y mejor, si cabe, padre y esposo. ENHORABUENA y GRACIAS, MAESTRO (¡no digas que no, que te observo!).